De todos los recuerdos a los que tengo acceso, hay uno especial, que aún me arranca una agradable sensación cuando me viene a la memoria.
Al principio de tener la tienda, una vez al mes, mi padre y yo íbamos a Andorra, a comprar diferentes productos, recuerdo cada kilómetro del viaje como si lo acabara de hacer, donde parábamos a comer, donde a tomar café.
Ahora, que mi padre no está, que su vacio solo lo llena el recuerdo, añoro aquellos viajes, y he comprendido que la necesidad no estaba en la compra, sino en su compañía.
Por eso, cuando empecé con mi hijo Eric, medio en serio, medio en broma, esta singladura, esboce una sonrisa, independientemente de que al final podamos hacer o no la ruta 66 en Harley, lo que nadie nos quitará nunca, es este vinculo que acabamos de crear, y al final del camino de la vida, mi hijo, como yo en su día con mi padre, recuerde que lo importante no es la meta, sino el camino.